miércoles, 4 de mayo de 2016

Rashidi Yekini: cuando la vida no te reconoce a tiempo


Si hablamos del máximo goleador en la historia de su selección, de un futbolista que ha ganado títulos continentales a nivel de selecciones, que ha participado en olimpiadas, que pasará a la historia por haber sido máximo goleador de una liga europea... Resulta, cuanto menos, extraño que muy poca gente repare en él.

En Gijón tuvimos la suerte de verle jugar. Poco, pues llegó lastrado por una lesión sufrida en uno de los templos del fútbol mundial: Wembley. Y, como todo lo que le fue sucediendo tras tocar el cielo en Dallas en junio de 1994, también fue causa de infortunio.
 
Llegó procedente del Olympiakos, de donde se vio obligado a marchar tras sufrir problemas de racismo, en invierno de 1994. En aparente buena forma física aterrizó en Asturias el día 28 de diciembre. El Sporting, que tras el Mundial ya había tentado al futbolista, pugnó muy fuerte con su anterior club, el Vitoria de Setúbal por sus servicios y convenció al goleador. Firmó un contrato por dos años y al pasar el reconocimiento médico (lo pasó después de firmar) se le detecta una grave lesión de rodilla que, según se dijo después, se produjo tras abandonar el club griego en un amistoso con su país en el citado estadio de Wembley.

Se hospedó en el Hotel don Manuel durante una larga etapa mientras Gijón no le recibía mucho mejor de lo que lo había hecho Grecia. Antes de su fichaje, y según rezan las crónicas de prensa de entonces, aparecieron varias pintadas xenófobas en casa de algunos de los directivos de aquella época.

No llegó a debutar hasta casi un año después de su llegada a Gijón en un partido de Copa ante el Racing de Ferrol. De poco le servían los minutos que le concedía Ricardo Rezza primero y Novoa después. Y aunque llegó a marcar algún tanto a mitad de temporada, iba y venía de las alineaciones.

Con la llegada de Benito Floro al banquillo de cara a la temporada 96/97 parecía que su suerte empezaba a cambiar tras dos años de absoluta desgracia. Una gran actuación en el Trofeo Ciudad de Alicante, con gol y asistencia a Salinas incluída, y un sobresaliente encuentro en el Villa de Gijón ante el Real Madrid (con doblete) hicieron que Floro estimase al futbolista como válido ante la falta de delanteros.

La suerte siguió siéndole esquiva, como si aquel gol en Dallas ya dos años y medio atrás hubiese destapado la caja de Pandora. Aunque empezó la temporada como titular por delante de Julio Salinas, se vio relegado a la suplencia y de ahí a la grada. Abandonó Gijón en noviembre de 1996, casi dos años después de haber llegado, con la rodilla restablecida pero su suerte y la ilusión de miles de gijoneses, rota.

Setúbal lo recibió de nuevo como al hijo que vuelve a casa por Navidad, nunca mejor dicho. Pero no volvería a ser el mismo. Aunque gozó de las oportunidades que se negaron en Gijón, los goles no entraban y abandonó el cuadro portugués en junio de 1997.

Fichó por el Zurich en un intento por relanzar su carrera a los 34 años y la suerte cambió. El calvario de lesiones había pasado a mejor vida y los goles empezaron a entrar como antes de aquel tanto en Dallas. Tanto es así que su selección le convocó tras casi 4 años para el Mundial de Francia. Volvieron a caer en octavos como en Estados Unidos y el delantero gozó de minutos en algún encuentro.

Tras la cita mundialista Túnez, Arabia Saudí, Costa de Marfil y de nuevo su Nigeria natal. Recaló con casi 40 años en el Julius Berger y tras una temporada se retiró del fútbol. Pero solo por un rato. Movido por el interés de su ex compañero de selección Oparaku, descolgó las botas en 2005 para enrolarse en las filas del Gateway United de Ilaro. Volvió a disfrutar del fútbol y volvió a marcar goles en su país natal. Con los 42 años años cumplidos decidió que ya era suficiente y se retiró definitivamente.

Nadie habló de él. Se sucedían los Mundiales, Nigeria acudía a la cita y nadie recordaba que él fue, un 21 de junio de 1994 en Dallas, su primer goleador en un Mundial. Nadie se acordaba del Futbolista africano del año en 1993 (título que ostentan Weah, Drogba o Eto'o entre otros). No recordaban ya al máximo goleador de Portugal en 1993. Ni echaban la vista atrás para rememorar al primer africano en vestir la camiseta del Sporting. Hasta que el 4 de mayo de 2012 las redes sociales se inundaron de mensajes de condolencia en recuerdo de uno de los mejores futbolistas del África negra. Había fallecido RASHIDI YEKINI. La vida se lo había llevado vorazmente, prácticamente dejado a la suerte en las calles de Ibadan. Olvidado por todos aquellos que en algún momento gritaron sus goles.

En Gijón caló hondo, casi tanto como contemporáneos suyos como Julio Salinas o Dmitri Cheryshev. Fue siempre objetivo de diversas bromas, casi todas sanas, tanto fuera como dentro del vestuario. Una de ellas era la que giraba en torno a su edad. Llegó a Gijón con 31 años declarados mas siempre decía, al ser preguntado, que él tenía 31 años de fútbol y que la edad era lo que menos importaba estando bien.

Pier Luigi Cherubino, que compartió vestuario pero no césped con el nigeriano debido a su lesión, recuerda que equipo lo recibió con "el respeto que imponía un futbolista de su nivel". Destaca el tinerfeño del africano, por encima de todo "su humildad y timidez. Todo lo que parecía dentro del campo era distinto fuera de él". Apostilla el también delantero que Rashidi fue siempre "un compañero excepcional que atraía por su humildad".

Ricardo Rezza, entrenador que el hizo debutar en el Sporting, recuerda que el nigeriano le impresionó ya en el Mundial de Estados Unidos: "fui como espectador al recordado partido de Argentina y me llamó la atención su calidad de juego." Reconoce Rezza que de todos los delanteros que le tocó dirigir "fue uno de los más importantes. Era un futbolista aguerrido, de mucha potencia. Recuerdo su entrega y las ganas con que entrenaba y jugaba cada partido".

Otro de los componentes de aquellas plantillas era Hugo 'Perico' Pérez. El argentino recuerda al nigeriano como una persona "tremendamente reservada. Ante cualquier broma que se hacía en el vestuario, tardaba en esbozársele la sonrisa". Cuenta Hugo que más allá de su carácter serio, Yekini era "una de esas personas sanas y necesarias dentro de un vestuario". El argentino recalca tener al delantero de Kaduna en una estima muy alta en una gran etapa de su vida. Lo que el fútbol no le reconoció nunca en vida, lo hace ahora tras su muerte.

Querido Rashidi, Gijón no te olvidará nunca.